El
peregrino y el ladrón
Hace muchos años, cuando los cristianos llegaban a Santiago de
Compostela desde los lugares más lejanos de Europa, un peregrino caminaba por
un camino solitario sin más equipaje que un zurrón con escaso alimento. El peregrino
había recorrido ya muchos miles de kilómetros e iba confiado, atento solamente
a sus oraciones y muy ajeno a lo que de un momento a otro iba a sucederle, para
su desgracia.
Un ladrón, que acechaba el paso de los peregrinos, se ocultó entre los
arbustos, salto sobre el peregrino y le arrebató el zurrón. Pero furioso por la
pobreza de su contenido, molió a palos al buen cristiano, que a duras penas
pudo seguir su camino.Por suerte fue atendido por otros peregrinos que lo encontraron y, ya
repuesto, pudo seguir hasta Santiago, donde rogó al Santo por la conversión de
los pescadores.
Y sucedió que, en el camino de regreso, hallo malherido al ladrón que a
la ida le había asaltado. Tenía una fea herida, consecuencia de ataque a gentes
honradas que se habían defendido, y hubiera muerto sin cuidados del peregrino,
que lo llevó cargado a sus espaldas hasta un lugar habitado.
Sin duda, durante el largo caminar, el ladrón pensó seriamente en su
vida, pues prometió que si se curaba peregrinaría hasta Santiago para pedir el
perdón del Santo.
Y se curó, y en adelante llevó una vida ejemplar, dedicado a prestar su
ayuda a los peregrinos.
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario